Comparto aquí el artículo con el que he colaborado en el monográfico sobre Formación del Profesorado en la Revista Andalucía Educativa.
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Antonia Domínguez Miguela
CEP Huelva-Isla Cristina
El pasado mes de enero se celebró en Fuengirola la Jornada de Formación de la Red Asesora de Andalucía a la que no sólo asistimos los nuevos asesores y asesoras seleccionados por la convocatoria del pasado octubre sino todos los demás miembros de la Red Asesora de Andalucía. La Jornada llevaba el título “Un nuevo tiempo en la formación del profesorado en Andalucía” y efectivamente para mí también era un nuevo tiempo ya que sólo habían pasado unas semanas desde que dejara atrás mis labores como profesora de inglés en un centro de secundaria.
Por ello me gustaría profundizar en el significado de ese “Nuevo tiempo” para la formación del profesorado desde la perspectiva de ese grupo de profesores y profesoras que tienen aún muy reciente la experiencia en el aula y que se han embarcado en el reto de convertirse en asesores de formación y de referencia para sus antiguos compañeros.
Sin duda, supone un reto tomar esta decisión cuando se viven momentos grises en el sector educativo en los que el desánimo profesional, la frustración por no conseguir los objetivos deseados y la incertidumbre ante tanto cambio legislativo reina en muchas salas de profesores. Con frecuencia, encontramos compañeros y compañeras que demuestran una gran vocación en su trabajo pero que se lamentan de verse sobrepasados por múltiples tareas que van más allá de las estrictamente docentes y todo ello sin el marco de un estatuto de la función docente que fije sus derechos y deberes y que dignifique su labor.
Investigaciones llevadas a cabo en el ámbito universitario, estudios realizados por organismos e instituciones nacionales e internacionales y recomendaciones formuladas en el marco de la Unión Europea a los países miembros han puesto el acento en las políticas orientadas a mejorar la competencia profesional del profesorado como un instrumento decisivo para la mejora de la calidad de los sistemas de educación y formación. Efectivamente, la calidad de un sistema educativo no puede ser superior a la calidad de su profesorado y por eso si no se acierta al trabajar con ese elemento clave de la calidad educativa, de poco servirán las mejoras en otros aspectos o la puesta en marcha de planes y programas que dependen directamente de la implicación del profesorado. Nadie pone en duda que hace falta un cambio en las aulas y que ese cambio sólo puede llevarse a cabo con el profesorado, un profesorado reflexivo que a través del trabajo cooperativo en una comunidad de aprendizaje ponga en marcha un cambio estructural y duradero en los centros.
Pero, ¿cómo se consigue que la formación del profesorado vaya encaminada a lograr ese objetivo de cambio? En cuanto a la formación permanente Andalucía sigue por suerte apostando por un Sistema Andaluz de Formación Permanente organizado en una red de centros del profesorado (algo que casi ha desaparecido en otras comunidades autónomas). Así, el nuevo decreto sobre Formación Inicial y Permanente del profesorado da un nuevo impulso a los centros del profesorado (no obstante mermados en sus plantillas) y a la figura del asesor o asesora como agente promotor y facilitador del cambio. Esta función toma en gran medida forma a través de su participación en la elaboración, desarrollo, seguimiento y aplicación de los planes de formación en los centros y a través de su ayuda en los procesos de diagnóstico de necesidades y de análisis de la práctica docente en los centros.
Personalmente, creo que este rol es sin duda el más atractivo porque nos convertimos en un miembro más de los centros y herramienta eficaz para actuar desde dentro de los centros, pero también es una tarea difícil por la dura situación actual del profesorado que mencionábamos. El reto principal es conseguir que nuestro trabajo de asesoramiento sea realmente reconocido en los centros como un apoyo al profesorado que tan necesitado está de instrumentos y estrategias que faciliten su trabajo diario y la dura empresa que tienen sobre sus hombros sin perder la motivación profesional.
El papel de la asesoría en la formación permanente del profesorado actual ha cambiado y no se limita a planificar y gestionar la actualización científica individual del profesorado a través de cursos. Los asesores son un elemento valioso que ayuda en la detección de necesidades de formación porque solo así el profesorado puede demandar la formación que realmente necesita para su práctica docente diaria. Además, facilita el conocimiento de experiencias y prácticas de calidad en otros centros y la comunicación en redes profesionales donde aprender entre iguales.
No podemos olvidar el importante relevo generacional que se avecina en el profesorado y que la formación permanente será el contexto de cambio efectivo si va precedida de una suficiente y adecuada formación profesional inicial donde se priorice el desarrollo de competencias profesionales y de un sistema de acceso a la función docente que sea realmente capaz de incorporar a los mejores candidatos. Por ejemplo, con frecuencia nos llega alumnado del Máster de Secundaria ávido por “aprender el oficio” y más tarde preocupado al descubrir su falta de recursos y estrategias previas para atender al alumnado en las aulas mientras en esa formación universitaria progresivamente va desapareciendo entre sus docentes un profesorado de secundaria experto y de excelencia ante el empuje de criterios de necesidad no-pedagógicos de la universidad. Ahí está el gran reto de este nuevo tiempo para las administraciones educativas que han de dar ejemplo de práctica reflexiva y de cooperación por una verdadera escuela pública de calidad basada en una formación del profesorado de calidad.
El proyecto TALIS de la OCDE ya examinaba en 2009 la formación del profesorado a través de encuestas a profesores y directores de secundaria de 24 países y sus conclusiones siguen siendo reveladoras: aunque España supera la media en número de días dedicados a la formación y el profesorado español muestra más interés en la formación, España destaca por ser el segundo país que tiene un porcentaje mayor de nuevos profesores sin programas formales de tutoría, orientación y formación al iniciar su trabajo en el aula y la formación permanente sigue siendo percibida como demasiado científica y con poca formación pedagógica. Resulta curioso observar que, según el estudio, la mayoría de los profesores piensa que la investigación tiene una gran repercusión en su trabajo pero es escasa su participación en estas actividades y por último, un detalle revelador: en España, casi la mitad de los profesores encuestados afirma no haber sido evaluado mientras en los demás países, con la excepción de Italia, Portugal e Irlanda, más del 80% de los profesores informan de que ellos y sus escuelas son evaluados y reciben la información oportuna, lo que contribuye a mejorar su labor y a la introducción de cambios en aspectos específicos de sus métodos de enseñanza.
Esto nos lleva al otro gran reto en este nuevo tiempo en la formación del profesorado: es necesaria una valoración y seguimiento adecuados de la función docente y por tanto también de la formación permanente y sus resultados. Una formación para el cambio ha de tener una repercusión en la práctica del aula y para ello es necesario un seguimiento cercano y constructivo donde las asesorías, junto a otros agentes implicados de las administraciones educativas, han de desempeñar un papel clave. Para ello sería conveniente empezar a combatir esa percepción clásica de la evaluación burocrática o basada en el uso de comunidades virtuales aisladas unas de otras para llegar a una reflexión y propuesta de estrategias efectivas de seguimiento de la formación del profesorado en las aulas.
Las administraciones han de dar ese primer paso para trabajar cooperativamente en esa línea de acción urgente, optimizando y ampliando recursos. En estos nuevos tiempos la formación para el cambio ya está en marcha y en esta empresa los asesores queremos convertirnos, temporalmente, en barqueros que animan y ayudan al profesorado valiente y comprometido a cruzar de la orilla de la frustración y el desánimo hacia la orilla insegura pero esperanzadora del cambio. En ese trayecto el profesor o profesora es vulnerable a peligros como el conflicto con los alumnos, con los padres y madres, con otros compañeros reacios al cambio y con la falta de suficiente apoyo institucional al esfuerzo invertido. No obstante, ya es tiempo de que el profesorado tome las riendas del cambio desde abajo y que toda la crítica hacia lo que está mal lleve implícita la decisión de tomar la iniciativa y el empuje de hacer algo para cambiarlo. Es tiempo de apoyarnos.