¿Quien está ahí para ayudar a los docentes?

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Hace ya tiempo escribí un pequeño artículo para la Revista Andalucía Educativa que incluí en una entrada de este blog sobre la formación permanente del profesorado y los nuevos roles del asesor de formación. Hoy vuelvo a reflexionar sobre aquello y me gustaría retomar algunas cosas de ese artículo para ir «un poco más allá.» Yo acababa de incorporarme como Asesora y estaba intentando encontrar mi lugar, mi rol, dándole sentido al cambio de rumbo profesional que yo misma había buscado. Hoy escribo desde la distancia, desde la experiencia de haber sido asesora también en el exterior y después de haber vuelto a las aulas (que echaba de menos). He aprendido mucho pero por encima de todo ahora, más que antes, soy consciente de la necesidad de dignificar la figura de los profesores, piezas clave en todo intento de cambio que se precie.

Mucho se habla últimamente del cambio educativo, de buscar «culpables» de la alta tasa de fracaso escolar en España y de los malos resultados en las pruebas externas de evaluación. Se habla de la brecha generacional y tecnológica, de la desmotivación de alumnos y de lo que en mi opinión es mucho más preocupante, de la desmotivación de los profesores.

Muchos habréis vivido la escena de ver entrar a compañeros en una sala de profesores resoplando, o suspirando, incluso alguno se atreve a desahogarse con el primero con el que se cruza abriendo y cerrando taquillas y empieza a despotricar de lo que le acaba de pasar en una clase con un alumno o algun otro que te mete por los ojos papeles pidiéndole información que necesita para una reunión con padres, o con la orientadora, o para la próxima reunión de departamento o de ETCP, de Coordinación Bilingüe o la reunión urgente del equipo educativo de 2º ESO X porque ya nadie sabe qué hacer con esa clase….  Todo ello envuelto en esa atmósfera del «… si es que no me da tiempo a…..me tengo que ir que llego tarde a clase….» que yo llamo el «STRESS DE LA CAMPANA» y al que espero poder dedicarle una entrada muy pronto.En esos momentos yo me he sentido muchas veces impotente porque te gustaría hacer las cosas de otra manera y mejor, para poder hacerlo todo y bien pero sientes que una de dos, o tu no eres eficiente, o no tienes suficientes recursos o directamente no vales para ser profesora. Y en esos momentos de preocupación del profesorado ¿quién está ahí para ayudar a los docentes?

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En aquel artículo yo aludía al papel fundamental que tienen los profesores en el cambio educativo y de ahí viene precisamente la frase que encabeza este blog, ya que sólo mediante la acción docente, se logrará cambiar el sistema. Si no nos formamos, ayudamos y preparamos a nuestros docentes para el cambio, éste nunca llegará por mucho que se empeñe la administración educativa. Asimismo, las administraciones educativas nunca tomarán medidas legislativas serias y con un proyecto de futuro a largo plazo si los propios docentes no luchamos por ejercer de expertos en educación exigiendo y participando en el diseño de esa hoja de ruta para la educación en España.

El profesor o la profesora son la clave de todo, a la hora de actuar en el aula, en el centro y a la hora exigir y reivindicar un cambio y consenso político sobre educación que permita el fortalecimiento de una escuela pública y de calidad.Ser docente es uno de los trabajos más duros y exigentes por la responsabilidad que tenemos de preparar a las futuras generaciones y de que sean o no felices. Por otro lado somos un colectivo muy mal representado. (No quiero entrar aquí en el debate sobre los sindicatos pero es interesante la reflexión que hizo hace unos días José Antonio Marina en ¿quién representa a los docentes?) Por esas razones la figura de un asesor, a tiempo completo o parcial, dentro o fuera del centro, sigue siendo necesaria para hacer más fácil la labor de actualización constante que un docente necesita.

La formación profesional permanente del profesorado no significa que el docente tenga que hacer cursos necesariamente. Hay otras vías de formación que han demostrado ser más efectivas para el cambio como una formación «a medida»: ¿Qué necesitas? ¿cuáles son tus problemas o los de tu centro? El asesor debería estar ahí para trabajar codo con codo con el profesorado desde un perfil que incluya, además de una suficiente formación académica propia, amplia experiencia docente y experiencia en proyectos de innovación en el aula, en participación en proyectos internacionales, estancias profesionales en otros sistemas educativos y formación experta en ámbitos concretos. De ese modo el asesor será capaz de poner al alcance del profesorado las herramientas disponibles por la administración (formación presencial, online) pero sobre todo será capaz de asesorar en estrategias, métodos y modos de llevar a cabo una reflexión, investigación y posterior acción en el aula para conseguir cambios y mejoras. El asesor ha de estar por tanto permanentemente formándose (también a través de su trabajo en los centros) para poder dar respuesta al mayor número de consultas y situaciones. Creo que la figura del asesor/a sigue siendo una pieza clave de acción docente entre la administración educativa y la realidad del aula. Entre todos es posible y desde aquí os invito a mirar a los asesores como instrumentos de cambio también, porque ante todo están ahí para ayudar, asesorar y hacer nuestro trabajo más fácil y satisfactorio. Al menos esa es la actitud de la gran mayoría de asesores y asesoras magníficos que he conocido estos últimos años. Tampoco debemos olvidar que la administración también debe saber enfocar el trabajo que se hace desde las asesorías y dejar, cuando es necesario, espacio y tiempo para estar en los centros y ayudar a los profesores por encima de las labores administrativas y de gestión de programas que también incluyen estos puestos.

Los asesores de formación son una vía de comunicación directa donde los planes «estratégicos» se pueden reconvertir en objetivos estratégicos contextualizados y con un seguimiento concienzudo para que de verdad tenga una repercusión positiva en el alumnado. Si no hacemos nada mientras vemos pasar los planes, programas y leyes sin cambiar significativamente la situación sí que no cambiará nada. Nuestra salud laboral y ánimo seguirán empeorando y el sistema público educativo será incapaz de formar ciudadanos felices y competentes lo que beneficiará a aquellos con capital privado que ya han empezado a trabajar para meterle el diente a manos llenas a la educación. No sólo me refiero a la educación privada sino también a la formación del profesorado privada como ocurre ya en otros países hacia los que nuestros políticos miran peligrosamente en estos tiempos de recortes.

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